A ella, justamente a ella ya
la habían dejado una vez, la más dolorosa de su vida, estaba sola,
desprotegida, sus amigos la odiaban y pasaba por una situación difícil con su
padres y el, él estaba a punto de salir de su vida.
La noticia cayó sobre ella
como un bote de agua helada mientras decidían salir para tomar un café como
solían hacerlo cada viernes solo para romper la rutina de su atareada semana.
Solía ser lo de siempre, tomar un café en un lugar algo alternativo para el
gusto de ambos, después de todo eran polos opuestos desde el momento en el que
se conocieron, había una luz tenue y ambos estaban sentados en el piso tomados
de la mano, todo en aquel lugar era madera había unas hamacas que no solían
usar, era básicamente lo que ella definiría como uno de sus lugares favoritos
para discutir sobre algunos aspectos que
no comprendían de la psicología humana, hablar sobre un buen libro o solamente
perderse en los ojos del otro, su relación era bastante simple hasta aquel
momento en que fue la despedida.
En ese momento aquello que
había sido su mundo durante dos años de preparatoria se había derrumbado por
completo al momento de escuchar un “me iré al extranjero” de los labios de la
persona que había amado durante mucho tiempo. Ella fingió ser feliz por el en
esos momentos, pero se moría por dentro al saber que tal vez nunca se volverían a encontrar y que se
alejarían en uno del otro en el peor momento o en el que se necesitaran entre
sí, y si, todo aquello le asustaba, sin embargo lo que más le asustaba era
recaer y que él no se encontrara a su lado y que solo en aquel momento se diera
cuenta que su amor no era para siempre y que ese para siempre que se habían
prometido solo había durado esos dos años.
Se sonrieron en la
despedida, pensando que todo estaría bien al terminar esa etapa de su vida, que
volverían a estar juntos o al menos eso era lo que él se repetía al caminar por
ese callejón que daba salida a una calle que simplemente les traía buenos
recuerdos a ambos.
Ella se mostraba indiferente
a todo después de aquella noticia, posiblemente un “ataque” se presentara esa
noche mientras leía en la oscuridad que habitaba su cuarto. Y eso no fue lo que
paso, lo único que ocurrió aquella noche, la cual era distinta a las demás, fue
que ambos se quedaron mirando a la luna, la cual estaba más cerca de lo
habitual y en lugar de estar teñida de blanco tenía un color rojizo que hacía
que se mirara aún más hermosa de lo habitual.
Esa noche lo único que
sucedió y lo único que ella pudo sentir fueron sus lágrimas corriendo por sus
mejillas mientras los pensamientos sobre el futuro comenzaban a surgir dentro
de su mente, un futuro en el que ya no estaban juntos, un futuro en el que ella
estaba nuevamente sola, un futuro en el que no se volvían a encontrar después
de todo el amor verdadero que se juraron.
A él realmente le preocupaba
la reacción que su amada había tenido después de su confesión, esperaba un “no
te vayas” saliendo de esos labios que lo volvían loco, pero al ver aquella
sonrisa fingida en su rostro, sabría que no sería así, sabía que ella aceptaría
que él se fuera, pero a él también le dolía alejarse de ella.
El verano para ellos paso
lento, sin verse cada que el intentaba invitarla a salir, ella ponía un
pretexto, se había enfermado, quedo de salir con su amigas, pero lo único que
no quería era verlo, quería terminar con todos sus recuerdos relacionados con
aquella relación lo más rápido posible, pero el, él no la dejo, cada día un
mensaje llegaba a su celular, otro a las redes sociales, todos diciendo que la
amaban, a lo que ella no respondía, llego un punto en el que ni se tomaba la
molestia de abrirlos o de tener el celular con batería para poder confirmar su llegada.
La espera para verla lo
estaba matando, hasta el momento en el que se decidió a llamarla de nuevo con
la esperanza de que esta vez si tuviera la piedad de contestar el teléfono, o
al menos de que sus padres le dieran la noticia, se iba al día siguiente y el aun
esperaba poder decírselo y que ella le pidiera quedarse antes de que fuera
demasiado tarde y ya se encontrara en otro país. Ella contesto el teléfono y
para él, el simple hecho de escuchar su
voz después de dos meses sin hacerlo, era como escuchar cantar a los ángeles,
le dijo nuevamente lo mucho que la amaba
y al final de esa llamada simplemente lo dijo “mi vuelo sale mañana, me
gustaría mucho despedirme de ti”, a ella no le gustaban las despedidas y él
estaba consciente de ello y un “por qué solamente existes para hacerme más
infeliz de lo que soy ahora” se escuchó por el teléfono segundos antes de que
ella cortara la llamada y se encargara de que no la molestara de nuevo.
Preocupado él se dirigió a
su casa lo más rápido que podía y llego justo en buen momento ya que un
“ataque” estaba a punto de culminar y justo cuando entro a su casa, aquella que
parecía cálida en un principio, estaba helada de la soledad y el silencio que
se encontraban inundando las habitaciones, subió las escaleras lo más rápido
que podía, entro a aquella habitación azul que se parecía mucho a ella una
habitación que con el tiempo se fue llenando de color y de fotografías, la
observo unos segundos, él no sabía que estaba tan mal, la abrazo y dejo que
ella llorara, mientras su lagrimas después de recorrer sus mejillas caían en su
hombro.
-si no quieres que me marche
no lo hare – le dijo en con ternura al ver lo mal que estaba- solo dime que me
quede y me quedo, recuerda que por ti todo.
Dicho esto ella lo abrazo
fuerte sin querer separarse de él, solo se escuchó en un susurro “solo no te
apartes de mí lado”.
Azul